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Lykke Li - so sad so sexy








Puntaje: 10/20
Año: 2018
Sello: RCA


La historia del pop es la historia de los relatos sobre el amor. De The Beatles a Katy Perry, y más allá de valoraciones estéticas, las canciones de pop que más emoción despiertan en las multitudes han girado alrededor de los mismos tópicos durante más de medio siglo. El amor es quizá el más usual e importante, pues se ha mantenido firme a lo largo del tiempo como esa experiencia que todo artista pop, a través de su música, debe abordar alguna vez. Pero así como la sonoridad y el estilo del género, lo que se dice sobre el amor ha sufrido también una transformación llamativa con el paso de los años. Para bien o para mal, hoy el pop en inglés no relata el enamoramiento de la misma forma en que lo hacía antaño. Lo que alguna vez fue un discurso idealizado de entrega y sacrificio, hoy ya no significa mucho. Como consecuencia, aquellos problemas que en otro tiempo se entendían como desencuentros naturales de cualquier vínculo sentimental, hoy son la principal causa de eso que han denominado "relaciones tóxicas". Y parece que en la oferta pop de hoy en día no hay nadie con más ganas de hablar sobre esto que Lykke Li. So sad so sexy, el nuevo álbum de la sueca, es un auténtico manifiesto acerca de un amor que hace daño y al mismo tiempo se niega a morir.

Desde luego, se trata de una historia trágica que hemos escuchado miles de veces en el mundo de la música popular. Por ello, el reto para Lykke Li pasa por lograr una narración que sea lo suficientemente original como para aportar algo en el ya vasto universo de lo dicho acerca de las relaciones tormentosas. Si I Never Learn (2014) fue su break-up álbum, so sad so sexy aparece para negar la separación de la pareja y, más bien, celebrar el dolor de la permanencia. Desde aquel concepto, Li desarrolla su nueva obra con una eficacia a medias. Todo empieza con "hard rain", una pieza electropop de atmósfera onírica que debe gran parte de su sonido a la producción del ex Vampire Weekend Rostam Batmanglij. Es un comienzo ambicioso si tomamos en cuenta versos como "If there's no feeling, no meaning, say something / Did I mean something to you?", que adelantan la temática del resto del álbum sin demasiados preámbulos. Lo siguiente es una especie de balada trap con estructura pop llamada "deep end", en donde se produce una paradoja interesante. Mientras la narrativa propone una metáfora entre una piscina y lo profundo que puede hundirse alguien en una relación sentimental, los versos carentes de sustancia ("I'm in it, swimming in it / I wasn't gonna love you now / I'm so fucking deep in it") terminan formando una sucesión de frases que nos mantienen en lo más superficial de la piscina. Si la idea era retratar una profundidad oscura, el resultado más bien nos aleja de ella.

En efecto, a veces las canciones de so sad so sexy no parecen más que el fruto de una repetición de arengas. La muestra más contundente quizá sea "jaguars in the air", un tema en donde nada parece funcionar, ni la irrupción de una guitarra acústica, ni las melodías vocales, ni los intentos por incrementar la intensidad en los coros. Son tres minutos y medio que seguramente están dentro de lo más flojo que ha hecho Lykke Li en su carrera, un fracaso que solo se explica cuando nos damos cuenta de que sus versos terminan por convertirse en un montón de ideas flotando hacia ningún lado. Algo semejante, aunque de forma menos defectuosa, sucede en "two nights", canción que confirma una propuesta en la que el discurso no importa tanto como la contundencia del verso. Aquí se da la única colaboración del álbum, y mientras Li se lamenta porque alguien no vino a dormir a casa ("I left all the lights on / I've been sleeping with no clothes on / You never came home"), el rapero Aminé aporta variedad y maneja con destreza el ritmo trap que toma el track hacia el final. En general, la lógica se repite en buena parte de so sad so sexy, y posiblemente llega a su punto más álgido en "bad woman", con un discurso ya no tan decepcionado y más bien cínico, que se sostiene sobre una misma premisa: sé que soy mala pero no me dejes. Así, escuchar la voz de Lykke Li repitiendo "I'm a bad woman but I'm still your woman" es lo único que intenta dar sentido a la narrativa de este tema.


Musicalmente, sin embargo, hay varios momentos interesantes, en especial gracias a la variedad sonora que suele ofrecer el pop de Lykke Li. Sin duda, el tema que da título al álbum, "so sad so sexy", es uno de los más sólidos y llamativos. Es una balada pop de construcción sofisticada y llena de detalles, con la voz de Li en su versión más emotiva entonando el conflicto central de su historia de amor: "I was only lying when I looked in your eyes / Now I'm lyin' with you one last time / And it's so sad, so sexy". No sin cierta lucidez, su testimonio retrata la eterna depresión en que viven muchos jóvenes de nuestro tiempo y su incapacidad para recibir con entusiasmo las relaciones de pareja. Lo curioso es cómo esta depresión no detiene, en ningún caso, el impulso a gozar. Por eso, para ella el sexo se ha convertido en un acto de desfogue que, a la larga, solo le hace recordar su infelicidad. Un camino similar toman las estrofas de "sex money feelings die", una canción de ritmo pegajoso y progresiones armónicas atractivas que relata la historia de alguien que termina llorando luego de maquillarse para salir de fiesta ("Lights off when I wake up / Tears under my makeup"). Aunque con situación diferente, la idea es la misma, una tristeza profunda que el goce no hace desaparecer. O dicho de otro modo: la autoimposición de divertirse en medio del caos emocional.

Existen mil motivaciones para que una persona empiece a crear música. Por desgracia, la historia del pop suele ser también la historia de quienes entran al mundo de la música para ganar dinero. Por suerte para ella, esa no es la historia de Lykke Li. So sad so sexy, al igual que casi toda su obra, parece haber nacido de un esfuerzo por convertir en música un estado de ánimo. El resultado ha sido un álbum de ritmos monótonos y sonidos variados que aborda con ligereza el relato del desamor en nuestro tiempo; una producción que intenta narrar, a base de mucho electropop y algo de trap, los dilemas de eso que llaman "relaciones tóxicas". Y pese a que su propuesta sonora pueda ser atractiva, la principal debilidad de este trabajo es su afición por encontrar frases categóricas antes que desarrollar sus propias ideas. Más que un desarrollo superficial, a veces da la sensación de que no hubo ninguno. Con todo, so sad so sexy no deja de ser un trabajo sintomático para la época, y su eventual importancia radica en lo que tiene para decirnos acerca de los nuevos discursos del pop sobre sus tópicos de siempre. Lykke Li nos viene dando pistas desde hace un tiempo. Quizá sea un error ignorarla.
Lykke Li - so sad so sexy
Aspirante a periodista cultural y crítico musical wannabe. Lleva un tiempo intentando hacerse famoso en internet y hasta ahora nada.

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