Puntaje: 17/20
Género(s): Art-Pop
Año: 2015
Sello: One Little Indian
En un mundo con una oferta
musical tan inmensa (a veces, sinceramente, parece infinita), resulta
fundamental, para un artista, mostrar algo que lo distinga del resto. Nadie,
creo, se hace músico para sonar igual a otros (aunque muchos casos que se ven
por ahí me den la contra). Por el contrario, la tarea final del músico es
enriquecer aún más el ya muy nutrido mundo del arte, a punta de esfuerzo y
talento, con todos los aportes que pueda ofrecer. El caso de Björk, seguramente la artista islandesa
más celebrada de las últimas décadas, es ejemplar: pocas voces femeninas le han
dado tanto a la música contemporánea como la suya. Y, por supuesto, su voz le
ha servido, además, para distinguirse de otras artistas musicales dispuestas a
mezclar el pop con algún otro género. Ello, sumado a su peculiar manera de
pronunciar el idioma inglés y a su estética un tanto enigmática, ha sido
suficiente para posicionarla como una de las cantantes más famosas de los
últimos años. Difícil tener más de doce años y no haber escuchado una canción
suya.
Pero Björk no solo es una voz, sino también una fuente de creatividad
constante. Su ambición artística la ha llevado a ser señalada como una de las
pioneras en la utilización de beats electrónicos en sus composiciones. Tal fue
el caso de Homogenic (1997), el
tercer álbum de su carrera, en donde ya se arriesgaba por la tensión que se podía lograr mezclando instrumentación orquestral con percusiones digitales.
Sin duda, proponer algo semejante, en pleno ocaso de los noventas, no podía
pasar desapercibido. Ahora, casi un par de décadas más tarde, con Vulnicura, Björk propone algo parecido, pero sin dejar de demostrarnos que, al
menos en su caso, los años no pueden pasar en vano. Sucede que, gracias a la
experiencia, un artista inteligente no solo será capaz de aprender de sus
errores o de cuestionar sus propias creaciones, sino también, por más feo que
suene, será capaz de seleccionar con más acierto a sus colaboradores, pues de
ello dependerá, en gran medida, la calidad de sus trabajos futuros.
Luego de escuchar este álbum,
queda la sensación de que Björk no
pudo seleccionar mejor. La presencia del venezolano Arca (conocido por su interesantísimo álbum Xen, que llamó la atención de muchos el año pasado) como
co-productor de Vulnicura, ha sido
fundamental. Su dominio de los beats minimalistas se luce durante los casi
sesenta minutos que dura el álbum. Sin embargo, todo ello sería inútil sin un
ingrediente clave: el dolor como fuente de inspiración. Hay algo que en inglés
se le dice breakup album, y que en
español no se puede resumir en dos palabras, pero se refiere a algo así como
álbum post rompimiento amoroso. Muchos artistas lo hacen (incluso han nacido
artistas gracias al siempre complicado rompimiento amoroso), y esta vez fue el
turno de Björk. ¿Quién fue la
pareja?, ¿por qué terminaron? Eso es lo que menos interesa. Lo que queda claro
es que, sin un suceso como aquel, un álbum como Vulnicura habría sido algo impensado.
La emotividad es un componente
sustancial de esta producción. Pero, ¿qué pasa cuando la emotividad y la
calidad musical se unen en un solo propósito? “Stonemilker”, la primera canción de Vulnicura, es una respuesta perfecta. “Moments of clarity are so rare / I better document this”, canta Björk en este tema, acompañada de unos
cellos y unos golpecillos digitales que han bastado para crear un himno del
desamor, capaz de hacer creer que el dolor puede convertirse en algo hermoso.
Por otro lado, en “History Of Touches”, encontramos a una Björk más confesional que nunca. Con solo tres minutos de duración,
este es el tema más corto del álbum, y a la vez, uno de los más cargados con el
sentir de la artista. “We’ve been together
/ Being here at the same time / Every single touch / We ever touch each other /
Every single fuck / We had together / Is in a wondrous time lapse”, entona
la islandesa, con un tono, más que desgarrador, lleno de determinación,
mientras unos teclados digitales atraviesan sus palabras sin piedad.
No creo
equivocarme al afirmar que el cello es el instrumento principal del álbum, a
pesar de alguno que otro violín y la aparición de los beats digitales. Lo
interesante es que, en lugar de enfrentarse, la instrumentación aquí se apoya
mutuamente, ya sea para manejar la intensidad de las canciones o para marcar las
fases que recorrerá la voz de Björk.
Así, el dramatismo de los cellos se ve potenciado por el dinamismo de las
percusiones electrónicas. En “Lionsong”,
por ejemplo, así como el solo de cello hacia el final, también existe un
minimalismo estupendo en cuanto a los beats, que a veces desaparecen, pero solo
para volver a entrar, segundos más tarde, con más fuerza que antes. Las
construcciones electrónicas de este tema suenan bastante parecidas a las que
ofreció FKA Twigs el año pasado con
su LP1, álbum que, vaya casualidad,
también fue co-producido por el venezolano Arca.
Algo similar sucede con “Family”, el
tema central y más polirítimico de Vulnicura,
que no solo se sostiene en una estructura de percusiones digitales, sino que,
además, utiliza la violencia de los solos de cello para incrementar la
intensidad. Con ello, el objetivo de crear composiciones profundas, que
penetren la emotividad del escucha, se logra satisfactoriamente.
Es interesante
también la manera en que Björk ha
manejado las canciones más largas del álbum. “Black Lake”, con diez minutos de duración, es quizá la que, en
muchos momentos, transmite más efectivamente la sensación de sufrimiento,
gracias a las melodías vocales de la intérprete, que entona versos como “Family was always our sacred mission / Which
you abandoned”. Sin embargo, hay fases, en esta misma canción, en que los
beats se apoderan de todo, para luego mezclarse, como ya he dicho antes, con
los instrumentos de cuerda y la voz. Por su lado, “Atom Dance (feat. Antony)”, de ocho minutos, muestra toda la
inventiva experimental de Björk, que
esta vez es acompañada del cantante inglés Antony
Hegarty. Este es el tema más difícil de digerir de todo Vulnicura, con cambios extrañísimos en
la estructura que, en un primer momento, parecen no tener sentido. Sin embargo,
luego de un pequeño esfuerzo, es fácil darse cuenta de que aquí todo está
calculado por la astucia de la compositora, que busca darle más protagonismo a
los beats electrónicos y sacar provecho de todo lo son capaces de hacer las
computadoras de Arca. Tanto en “Black Lake” como en “Atom Dance”, los momentos de tensión
(que son aquellos en que irrumpe una larga pausa y solo queda la
instrumentación orquestral) son manejados con una destreza admirable.
Pero como no
todo puede ser perfecto, hacia el final se escuchan las canciones más flojas
del álbum: “Mouth Mantra” y “Quicksand”. Lo curioso es que, a pesar
de no ser tan bien trabajadas como las anteriores, estas canciones siguen
teniendo una calidad evidente. Ambas son el resultado de composiciones
predominantemente digitales. La segunda, sin embargo, resulta más interesante
por tener el tempo más vertiginoso que se escucha en las nueve canciones que
componen todo el álbum, y además por presentar unos sintetizadores con un
sonido bastante ambient. La gran ventaja de Björk, no obstante, es que su voz parece acomodarse bien a todo,
por lo que no importa mucho, en realidad, cuál sea el género que la acompañe en
la instrumentación.
En suma, podría
decir que Björk ha musicalizado de
forma magistral la etapa de rompimiento amoroso que le tocó vivir, y Vulnicura es una invitación a unirnos a
su dolor (en el booklet del álbum, incluso, la compositora
ha situado cada canción en un momento específico de su experiencia, por lo que,
antes de las letras de las canciones, se puede ver un subtítulo anunciando
precisiones como ‘5 months before’ en
“Lionsong” o ‘2 months after’ en “Black
Lake”). La instrumentación no hace más que enriquecer la historia de la que
estamos siendo testigos, mientras que la intérprete, utilizando técnicas
vocales como el melisma (que consiste en alargar las sílabas para lograr
melodías vocales más elásticas), nos confirma que, a veces, los conflictos
interpersonales pueden convertirse en el mejor aliado de un artista con hambre
de creación. Como bien representa la portada del álbum, el pecho de Björk está herido y la herida abierta,
pero su mente irradia destellos de luminosidad, que llegan a nosotros en forma
de música, y nos demuestran que, a través del arte, es posible iluminar hasta
los escenarios más oscuros de nuestra existencia.
Mis Favoritas:
1) Stonemilker
2) Lionsong
3) History Of Touches
4) Black Lake
5) Family
7) Atom Dance (feat. Antony)
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