A pesar de que, en este blog,
me he dedicado a hacer reseñas de trabajos musicales recientes, también me doy
cierto tiempo para escuchar música no tan reciente, o de hace cuatro décadas, en
este caso. Y, claro, siempre estarán esas ganas de comparar y preguntarse qué
época fue mejor para la música, si tal año, si tal década, si tal siglo, y mil
cosas más. Lo cierto es que la música siempre está sufriendo cambios y en toda
época hubo y habrá artistas más destacados que otros. No comparto esa frase que
profesa que la música de antes (60’s, 70’s, 80’s) es mejor que la actual. De
hecho, por estos días se sigue produciendo música de notable calidad,
comparable con lo mejor de aquellas décadas. Sin embargo, fue durante ellas
cuando los géneros que ahora nos son tan familiares (pop, rock, country, electrónica,
psicodelia) fueron tomando forma, y fue también en ese entonces cuando muchos
estilos de la música popular actual, se consolidaron como corrientes musicales
bien establecidas.
Pero en esta ocasión toca
alejarnos de comentarios objetivos o informativos. Esta es una lista
íntegramente personal y cargada de mi —siempre errática— subjetividad. Decía
que me doy tiempo para escuchar música no tan actual y vaya si es cierto. Y no solo por placer, sino porque es una
manera de entender cómo han ido cambiando los conceptos musicales a través del
tiempo. Una vez que ya tuve una buena cantidad de álbumes del siglo pasado en
mi colección y de haber escuchado casi todos, me di cuenta de que muchos de los
que más me gustaron tenían en común haber aparecido en los setentas. Así nació
la idea de esta lista, que no pretende dar juicios de valor (aunque pueda
parecer), sino mostrar una elección personal guiada por el gusto hacia ciertos
álbumes. Sin más, vayamos de una vez con mi top ten de los álbumes setenteros
que más me gustaron, y espero que, ojalá, le sirva a usted, querido(a)
lector(a), para descubrir música del pasado que pueda disfrutar en el futuro.
10. Talking Heads - Fear Of
Music (1979)
Ciertamente, no es que sea muy
fanático de este álbum. Claro, disfruto mucho canciones como I Zimbra, Mind o Heaven, por esa
especie de punk refinado, cargado de percusiones tremendamente rítmicas y riffs
de guitarras que parecen hasta bailables. Pero, realmente, escucho este álbum y
lo seguiré escuchando por la sencilla razón de haber sido el antecedente
inmediato del increíble Remain In Light (probablemente
el álbum de post-punk más increíble que existe). En efecto, varias canciones de
Remain In Light nacieron de las
sesiones de grabación de Fear Of Music, algo bastante fácil de notar si ponemos
atención a los motivos afro-beats de muchas percusiones en ambos álbumes. Y,
claro, por si aún no se le ha ocurrido, estimado(a) lector(a), aquí es cuando
uno se pregunta: ¿a quién se le ocurriría mezclar punk y ritmos africanos?
Fácil: David Byrne y Brian Eno, dos eruditos de la música del siglo XX,
quienes, gracias a su hambre voraz de experimentación, definitivamente se
adelantaron a su tiempo.
Escucha aquí: https://www.youtube.com/watch?v=b-RDJ4Z4XrQ
9. Wire – Pink Flag (1977)
Veintiún canciones, todas muy
cortas y a la vez llenas de una rebeldía difícil de hallar actualmente. En estas épocas, cuando los artistas musicales
muestran su rechazo a las convenciones mediante trajes excéntricos y fotos
provocadoras hasta el extremo, quizá haga falta que muchos escuchen álbumes
como este. Y es que Pink Flag es la prueba de que, para ser rebelde, no se
necesita más que un poco de música. Los integrantes de Wire rodeaban los veinte años cuando hicieron este álbum, y
verdaderamente lograron impregnarlo con su juventud y sus ganas de hacer música
enérgica y despreocupada. Fields Days For
The Sundays, una canción de veintiocho segundos, es una prueba de lo que
digo. Llena de pausas y melodías vocales descendentes, esta es la segunda
canción de Pink Flag, y, cuando termina sin que uno se lo espere, parece
gritarle “jódete” a toda la música convencional que uno pueda imaginar. Son
destacables también composiciones increíbles como Start To Move, Surgeon’s Girl,
Pink Flag o 1 2 X U. Todas importantísimas para hacer de este álbum una de las
más grandes exhibiciones de punk jamás hechas en el siglo pasado.
Escucha aquí: https://www.youtube.com/watch?v=098IhhIOJeY
8. Brian Eno – Another Green
World (1975)
Más arriba catalogué a Brian Eno como un erudito de la música
contemporánea. Y, bueno, como saber mucho no tiene ningún mérito cuando uno no
produce absolutamente nada, aquí está Eno
con su fascinante Another Green World, un álbum de música experimental que
ayudó a sentar las bases de géneros como el ambient. Cuando lo escuché, no pude
evitar rendirme ante composiciones como The
Big Ship o Becalmed, ambas de una
fuerza instrumental impactante. Pero Eno también nos regala su capacidad vocal
en St. Elmo’s Fire, Everything Merges With The Night y Sky Saw, canciones que son un
interesante resultado de fusionar géneros como el pop, el jazz, o el rock. La
experiencia con este álbum es algo así como viajar por la inusitada imaginación
de un artista un poco loco, de esos que andan siempre tratando de hacer algo
inigualable. Ahora, añadámosle a todo ello que Brian Eno contó con la colaboración de artistas como Phil Collins, John Cale o Robert Fripp
para la realización de Another Green World. Sí, yo también quedé maravillado.
Escucha aquí: https://www.youtube.com/watch?v=-QKEpoDYqdo
7. The Clash - London Calling (1979)
Este álbum estuvo a punto de no
entrar en esta lista. Y no porque haya dudado en incluirlo, sino porque fue
publicado en diciembre de 1979, un par de semanas antes de que se termine la
década. En fin, el punto es que aquí está y es, seguro, junto al puesto número
cinco, el álbum que, por obligación, debía estar en este top. Aclamado por
multitudes, London Calling significa el nacimiento de un punk rock más desenfadado,
lleno de notorias influencias de otros géneros y construido a base de una
frescura poca veces vista (de hecho, siempre lo he notado, de algún modo,
musicalmente cercano a Unknown Pleasures de
Joy Division, álbum publicado meses antes que London Calling). La potencia
bailable de Brand New Cadillac, los
saxos cautivadores de Jimmy Jazz, esa
manera despreocupada de entonar melodías vocales (en otras palabras, la
genialidad de Joe Strummer) en Spanish
Bombs o Death Of Glory, son solo
algunas de las razones que me hicieron disfrutar este álbum desde la primera
escuchada. Sin duda, el rock contemporáneo no sería lo mismo sin aquellas
bandas que, hacia finales de siglo, fueron probando nuevas maneras de usar sus
pedales y mezclar un poco de cada corriente que iban descubriendo. The Clash
fue una de ellas, y London Calling es uno de esos pocos clásicos que merecen
serlo.
Escucha aquí: https://www.youtube.com/watch?v=SYVLxLvdhpY
6. Neil Young - Harvest (1972)
Hubo una época en que me pegué
muchísimo al folk, por lo que me pasaba noches enteras investigando sobre
artistas y álbumes representativos del género. Así llegué a Harvest, un álbum
que me gustó muchísimo desde la primera vez que lo escuché. Sin miedo a
equivocarme, debe ser una de las exposiciones más sublimes de folk rock que he
oído. Young, ávido dominador de la guitarra acústica, logra crear esa atmósfera
melancólica de un modo sorprendente. Este es un álbum que a veces puede sonar
triste (fijémonos en Out On The Weekend o
en Heart Of Gold), otras más melódico
y relajante (como en Harvest o Are You Ready For The Country), y en
ciertas ocasiones un tanto extraño (basta escuchar las colaboraciones de la
London Symphony Orchestra en A Man Needs
A Maid o There’s A World). Pero
todo ello no es más que el resultado de la ambición de un joven Neil Young
(tenía veintiséis años cuando hizo este clásico), quien, cargado de su armónica
y su guitarra, definió un estilo único, lleno de emotividad, y que, sin duda
alguna, hizo escuela en el country.
Escucha aquí: https://www.youtube.com/watch?v=fQfUz6lP2BQ
5. Pink Floyd - The Dark Side
Of The Moon (1973)
Este fue el segundo álbum de
Pink Floyd que escuché (el primero fue Atom
Heart Mother), y, como sucede con casi todos los álbumes de dicha banda, se
convirtió automáticamente en mi obsesión de los días siguientes. Sinceramente,
en ese entonces, fue una completa revelación para mí que ya desde inicios de
los setentas se usaban efectos como los que se oyen en el álbum. De hecho, al
principio no sabía qué diablos estaba escuchando, algo entendible si
consideramos que unas risas malvadas y unos timbres de colegio atacaban mis
auriculares con violencia. Había, sin embargo, entre tanto sonido inaudito,
algunos elementos que me llamaban la atención, como guitarras narcóticas o pianos
sumamente sutiles. Por supuesto, luego de un buen rato, comprendí que cada
sonido en el álbum estaba pensado a la perfección, y que eso era rock
psicodélico por muchas y muy buenas razones.
Me impresionó muchísimo The Great Gig In The Sky, por la intro
de piano y la voz envolvente de esa mujer (Clare Torry) que parecía llegar a la
nota que le apetece (me obsesioné tanto que, dos días después, ya sabía tocar
la intro en mi propio teclado electrónico), me fascinó Breathe, por ese
hipnótico paso de Mi menor a La sétima en la guitarra, y, definitivamente, debo
mencionar también Money, y no por la
caja registradora del inicio, sino por poseer algunos de mis solos de guitarra
favoritos de todos los tiempos. No sé, el rock psicodélico de este siglo tiene
exponentes muy buenos, con ofertas musicales muy atractivas y variadas, pero
creo que ninguno de ellos volverá a sorprenderme del modo en que lo hizo The
Dark Side Of The Moon. A veces, me da la sensación de que el rock nunca volverá
a ser tan psicodélico.
Escucha aquí: https://www.youtube.com/watch?v=ZAydj4OJnwQ
4. Paul / Linda McCartney - RAM (1971)
Nunca he sido muy fan de The
Beatles. Claro, he escuchado varias canciones suyas y casi todas me parecen
agradables, aunque no mucho más que eso (con excepción de unas cuantas, como la
interesantísima A Day in the Life).
Sin embargo, siempre me llamó la atención Paul McCartney, debido a su estatus
de leyenda musical británica y a influencias musicales que asimilé de mis
padres, ambos muy fanáticos del álbum Band
On The Run. Lo que nunca imaginé fue que toda su inventiva llegaría a mí
gracias un trabajo que nada tiene que ver con The Beatles o los Wings. RAM es
un álbum que, al parecer, no muchos conocen. Yo llegué a él gracias a una web
de crítica musical. Cuando lo tuve en mis manos (es, de hecho, uno de los pocos
discos de esta lista que he encontrado en discotiendas limeñas), decidí
escucharlo una noche en la que moría de sueño, seguro de que me quedaría dormido
en plena mitad del álbum.
Esa noche no dormí y me la pasé
moviendo mis manos y pies rítmicamente sobre la cama, mientras repetía varias
de las canciones que acababa de escuchar por primera vez. Sencillamente quedé
maravillado con el trabajo de voces entre Paul y Linda McCartney en Eat At Home, con esas guitarras
produciendo notas potentes en Monkberry
Moon Delight y arpegios suaves en Heart
Of The Country, con los melódicos pianos de Dear Boy o The Back Seat Of
My Car, con el ukulele de Ram On,
y sobre todo con ese cambio magistral en Uncle
Albert/Admiral Halsey. Pese a todo lo que ya había vivido McCartney en los
sesentas, RAM lleva la energía propia de un primer álbum, y es, sin duda, un
fruto del verdadero amor. No solo el de Paul y Linda, sino también del amor por
hacer música y disfrutar de ella, con sinceridad y felicidad, y RAM suena como
si hubiera sido hecho por las dos personas más felices del universo.
Escucha aquí: https://www.youtube.com/watch?v=O83CrS-KElk
3. David Bowie - The Rise And
Fall of Ziggy Stardust and The Spiders from Mars (1972)
Era una mañana de noviembre del
año pasado y yo había salido tarde de mi casa. Tenía una clase en la universidad,
con un profesor que, de manera impredecible, podía llegar de mal humor y dejar
fuera del salón a quien se aparezca diez minutos tarde. De modo que yo iba un
tanto preocupado, pues el curso tenía un límite de faltas y yo estaba a punto
de excederlo. Estaba en un taxi, y, para combatir de algún modo la tensión,
decidí poner algo de música. Con los auriculares puestos, comencé a navegar por
el catálogo de álbumes del celular, esperando que algo llame mi atención de un
modo convincente. Recordé entonces que, unos días atrás, había escuchado, a
medias y sin prestarle demasiada atención, un álbum de David Bowie. Tenía un
nombre larguísimo y un sonido bastante agradable, según recordaba. No demoré en
encontrarlo y en darle play. “Five years! That’s all we’ve got”,
gritaba Bowie en Five Years, y yo,
encantado con sus gritos, me iba olvidando de la situación en que me
encontraba.
Luego, algo insólito sucedió.
Sonaba un saxo hermoso, acompañado de un bajo potente, y yo comencé a encontrar
placentero el paisaje caótico de autobuses amontonados que veía por la ventana.
Soul Love me hizo encontrar
placentero absolutamente todo, y entonces no pude evitar sonreír y sentirme el
ser más afortunado del mundo por estar escuchando esas canciones, en ese
momento y en ese lugar. Me dejé llevar, me olvidé de estar viendo qué hora era
constantemente. Solo quería seguir disfrutando de la música. Bowie seguía complaciéndome
con sus acordes de piano en Lady Stardust
y con la energía punk-rock de Hang On
To Yourself. Todo era perfecto. Ese día me la pasé escuchando el álbum de
nombre largo una y otra vez, convencido de que, cuando se le pone un mínimo de
concentración, la música puede lograr maravillas. Ah, y llegué temprano a mi
clase, incluso antes que mi profesor. Aunque, quizá, si él también hubiera
llegado bailando, me alcanzaba y entrábamos juntos al salón.
Escucha aquí: https://www.youtube.com/watch?v=h3dtDdO5Op4
2. Pink Floyd - Animals (1977)
Yo andaba emocionado por el
descubrimiento de una banda sueca que hacía canciones de veinte minutos cuando
escuché este álbum por primera vez. No hizo falta más que ver el playlist
(cinco canciones en total, de las cuales, tres superaban los diez minutos) para
convencerme de que se trataba de algo interesante. Obviamente, no era el tipo
de música que uno disfruta desde la primera oída. Al inicio no entendía por qué
diablos el rock psicodélico se había mezclado con cerdos quejumbrosos y perros
agresivos. Con el tiempo, entendí que se trataba de álbum temático (basado,
principalmente, en el relato Rebelión en
la granja, de Orwell), pero para entonces ya no me importaba mucho eso.
Había quedado deslumbrado por
las ambiciosas construcciones musicales de Pink Floyd, por los diecisiete
minutos de Dogs, por las guitarras
atmosféricas de Pigs (Three Different
Ones), por la mezcla de géneros y el ánimo de experimentación evidentes en Sheep, por toda esa energía en cada solo
de guitarra, en cada línea de bajo y en las voces desesperadas de Gilmour y
Waters. En suma, quedé fascinado con Animals, uno de esos álbumes indispensables
para comenzar a intuir que la música puede ser mucho más que una armonía en 4/4
con estrofas y coros. Al menos a mí me hizo pensar mucho en eso, y me sirvió,
por supuesto, para dejar de sorprenderme tanto con la bandita sueca y sus
canciones largas. Ahora, cada vez que escucho una nueva canción de rock que
supera los quince minutos de duración, me digo “bah, eso se hace desde el siglo
pasado”.
Escucha aquí: https://www.youtube.com/watch?v=9lgOo8yEIPs
1. Nick Drake - Pink Moon (1972)
Sí, este álbum ya lideró otro top ten que hice hace algún tiempo, y no he dudado en ponerlo, de nuevo, como
el primer lugar en esta ocasión. Pero, ¿por qué? ¿Qué hace, según yo, tan
especial a este álbum? Nick Drake era un tipo bastante especial, gustaba de la
poesía (poeta aficionado, además, algo que pocos sabemos), era altamente
hermético en cuanto a sus relaciones interpersonales, dejó la universidad para
dedicarse a la música, y dio una sola entrevista en toda su vida. Murió a los
veintiséis años, cuando se comenzaba a ilusionar con su cuarto LP. Pink Moon,
su tercer y último álbum publicado, es la declaración más íntima que nos dejó,
acompañado solamente de su guitarra. Escucharlo es ingresar al universo de un
tipo taciturno, con una visión muy tétrica de la vida (recordemos que Drake
sufría de constantes crisis depresivas), y que, sin embargo, estaba firmemente
convencido de su talento y de que tarde o temprano alguien tendría que
apreciarlo, a pesar de que, al parecer, nadie estaba dispuesto a hacerlo. Y,
claro, aquello terminó sucediendo décadas más tarde, pero Nick ya no estaba
para enterarse.
En un interesantísimo documental titulado A Skin Too Few: The
Days Of Nick Drake, la hermana de Drake (Gabrielle Drake) cuenta que alguna
vez escuchó a su hermano menor decirle a su madre: “Si tan solo pudiera sentir
que mi música hizo algo que sirviera para ayudar a una sola persona, habría
valido la pena”. Cuarenta años después de su muerte, Nick Drake sigue sin
hacerse muy conocido, y qué bueno que no lo sea, porque así fue como vivió: de
espaldas al mundo, en un silencio casi religioso, ajeno a todo lo que le
rodeaba. Quienes hemos disfrutado su música, nos hemos acercado a esa sensación
de aislamiento que siempre lo caracterizó, y creo que con Pink Moon es cuando
se está más cerca de ello.
Pink Moon es un álbum que
parece sacado de otro mundo, en donde el misticismo y las emociones están por
encima de lo material, y en donde no existe nada más que una voz melancólica y
una guitarra que trata de consolarla. Con un poco de suerte, quizá algún día
pueda hablar de este álbum de una manera un tanto objetiva. Por ahora, no me
queda más que insistir en considerarlo como uno de los álbumes más conmovedores
que oí en mi vida. Escuchar la profunda voz de Drake, cantando los versos que
más tarde se convertirían en su epitafio (“Now
we rise / And we are everywhere”, en From
The Morning, el último tema del álbum), es algo realmente insólito. Repleto
de impotencia y tristeza, a veces recuerdo que Nick Drake está muerto y que
jamás nadie podrá decirle que sí, que valió la pena lo que hizo y que no fue un
completo fracasado, como él pensaba. Y entonces me pregunto cuántos o cuántas
Nick Drakes habrá allá afuera, sumidos en el anonimato y esperando, en
silencio, el reconocimiento sincero de alguien, de quien sea.
Escucha aquí: https://www.youtube.com/watch?v=Q2JjJPDz3EE











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